jueves, 10 de mayo de 2012

Maternidad y Profesión



¿Son compatibles la profesión y la maternidad? ¿Se puede ser una profesionista de éxito, sin descuidar el hogar? ¿Y qué hay de los hijos,  se trata de calidad o de cantidad cuando de atención para ellos se trata? Creo sinceramente que la respuesta a las primeras dos preguntas es un SI DEFINITIVO. Sí se puede ser madre y desempeñar una profesión al mismo tiempo. Sin embargo, contestando a la tercera pregunta, creo que la clave está en el equilibrio. 

Pasamos gran parte de nuestras vidas” preparándonos para la vida”, para aprender un oficio o una profesión y desempeñarla exitosamente; para buscarnos un adecuado medio que ponga comida en nuestros platos y, ¿por qué no? un auto afuera de la casa. Pero cuando nos convertimos en madres, las que trabajamos, nos vemos ante la incómoda y muchas veces dolorosa disyuntiva de inclinar nuestro tiempo y atención hacia un lado u otro de la balanza. O bien, al no poder elegir conforme a nuestros deseos, nos vamos al trabajo con un corazón apachurrado y una sensación de culpa en el pecho.

Claro está que la elección no sería difícil para la mayoría. Muchas de nosotras quisiéramos no tener que cruzar la puerta de casa y dejar a nuestro bebé en brazos de alguien más. Quisiéramos no tener que perdernos la primera carcajada, o los primeros pasitos tambaleantes. Pero a veces, eso no es posible; a veces, de esa salida depende que nuestro bebé tenga una mejor calidad de vida.
Entonces, ¿cómo encontrar el equilibrio?, ¿cómo saber cuándo es poco o suficiente el tiempo que les dedicamos a nuestros hijos? Creo que todas tenemos la respuesta a nuestro alcance, es cuestión de querer ver nuestra realidad y analizarla. Repasemos por un momento cuál es el rol de una madre.
Una madre es aquella persona que concibe y da a luz a un hijo, pero aparte es aquella que habiendo tenido a su bebé, se encarga de su cuidado y su educación. Es la guía. Es la que enseña a sentarse, gatear, caminar, hablar y comer a su bebé. Es la que se encarga de velar su sueño y atenderlo cuando enferma. Es la que se encarga de supervisarlo en todas sus hazañas y aprendizajes, incluyendo la escuela. Pero por sobre todo, es la persona fundamental para armarlo con las herramientas necesarias para que lleve una vida plena y feliz, que son el amor, el autorespeto y la autoestima.

Puede ser que en este punto, algunas feministas quieran decirme: “¡Momentito! ¿Y qué hay del padre?” Y tienen toda la razón. El padre es la otra persona que, junto a la madre, es responsable de los mismos cuidados y crianza del hijo. Sin embargo, muchas veces no está, o no lo suficiente. Definitivamente, apoyo e incito a que todos los padres del mundo se pongan la camiseta y formen parte activa de la crianza y educación del hijo que engendraron y felicito a aquellas mujeres que tienen a su lado un hombre así. Seguramente, con su apoyo será mucho más fácil el poder sincronizar la vida personal con la profesional. Pero cuando esto no es el caso, la madre no puede eximirse de sus deberes de madre.

Si recordamos cuáles son los distintos roles de una madre, debemos hacer una concienzuda autoevaluación de cómo los estamos desempeñando y atender honestamente, y desde el corazón, aquellos puntos en los que quizá estemos flaqueando. ¿Y cómo saberlo? Como lo dije antes, la respuesta está ante nuestros ojos, en cada uno de nuestros hijos. Un hijo que no está recibiendo la suficiente atención, gritará por ella. Y en este punto hago un paréntesis. El tan sonado y de moda diagnóstico de déficit de atención e hiperactividad, que hoy día escuchamos por todos lados, muchas veces es un diagnóstico inadecuado. Y digo inadecuado y no malo, porque efectivamente hay déficit de atención, pero por parte de los padres hacia el hijo. Las malas conductas, la agresividad, la “hiperactividad” que muchos de estos chiquitos manifiestan tienen sus orígenes en un cuidado y una atención deficientes; en la falta de seguridad que brinda el contacto cercano y frecuente con los padres.

Entonces, ¿se trata de calidad o de cantidad de tiempo? Creo que las dos cosas, no basta con dar tanta “calidad” cuando llega a cuenta gotas. Se necesita tomarse el tiempo para ver, escuchar, abrazar, cargar, carcajearnos con nuestros hijos. Tiempo para analizar qué pasa dentro de ellos, tiempo para tenderles la mano y darles un abrazo afectuoso cuando más lo necesitan; tiempo para decir “no” y establecer límites; tiempo para amarlos y hacerlos sentir valiosos; tiempo que quizá tengamos que robarle a la oficina, para invertirlo en el hogar. Analicemos y reorganicemos nuestras prioridades.

¿Se puede ser madre y profesionista de éxito? Por supuesto que sí. Lo que veo difícil es ser madre mediocre y mujer de éxito. Las prioridades las establece cada quien, pero el rol de madre es insustituible. Estoy segura que si el mundo tuviera más madres de éxito, tendríamos menores índices de violencia, drogadicción, obesidad, anorexia y bulimia. Tendríamos menos casos de “déficit de atención” y en resumen, una mejor sociedad.

Lo dejo para reflexión del día de las madres. Felicidades a todas y cada una de las mujeres de este mundo que conocen el olor a bebé desde el primer día de vida de ese peque.

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