sábado, 6 de noviembre de 2010

Doctora, mi hijo no quiere comer... ¿le daremos vitaminas?

Una de las cuestiones que más frecuentemente se me presenta en la consulta es  la relacionada con dificultades para alimentar a los niños. Este tópico me interesa tanto y lo encuentro tan fascinante porque como madre de tres, me ha tocado vivir estas situaciones en casa. Lo mejor del caso es que este tipo de problemática, tratándose de niños por lo demás sanos, tiene solución. Muchos de los problemas para alimentar a los niños y enseñarlos a comer adecuadamente tienen un origen explicable y  pueden ser resueltos. Implicará armarse de paciencia, reconocer donde puede ser que estemos fallando (si fuese el caso) y tomar las medidas necesarias. Nadie dice que será fácil, en realidad, será tan difícil como nosotros queramos...

ALGUNOS PUNTOS BÁSICOS PARA ENTENDER ESTA PROBLEMÁTICA...

Ablactación...
En muchas ocasiones, las dificultades para alimentar a nuestros pequeños surgen alrededor de la ablactación, que es el momento en el que introducimos en su dieta alimentos diferentes a la leche y que ocurre generalmetne entre el 4° y 6° mes de vida. Para algunas mamás que sufren este viacrucis, pareciera que su lindo angelito, quien hasta ese momento tomaba su leche (materna o de fórmula) con singular alegría y sin ninguna dificultad, de pronto se le ha transformado en un diablillo escupidor de todo aquello que se le ponga en la boca. Y, en muchas ocasiones, ese martirio se prolonga por meses, incluso años.

Resulta que los que más saben de este tema (o al menos lo escriben) comentan que durante la transición de líquidos (leche, sea materna o fórmula) a sólidos (papillas) es posible que surja un cierto "rechazo" a las nuevas texturas y sabores que se le ofrecen al bebé. Pero afortunadamente esto suele ser transitorio. Es nuestra equivocada interpretación de los hechos la que muchas veces termina por prolongar el problema. Es la clásica situación en la que nosotros los padres interpretamos el rechazo del niño hacia un determinado alimento como un asunto definitivo y decidimos dejar de ofrecérselo  "porque al bebé simplemente no le gusta", olvidando que para que pueda "gustarle" necesita primero realmente conocerlo, aún si esto implica intentar en repetidas ocasiones, de preferencia no tan seguidas y sin forzarlo.

Se ha visto que aquellos niños a los que se les ofrece menos variedad de alimentos (y por  lo tanto, de sabores y texturas), o  bien, a quienes se tarda demasiado tiempo en ofrecérselos, tendrán mayores dificultades para aceptarlos cuando se les ofrecen tardíamente.

Autoregulación calórica...
A excepción de nuestra capacidad para regular nuestra ingesta de sal, en base a las necesidades de nuestro organismo, los nutrientes de nuestra dieta suelen estar presentes en ella debido a que  hemos aprendido a comerlos, e incluso porque hemos desarrollado gusto por ellos. En el caso de los niños pasa igual. No se ha demostrado que los niños puedan regular por instinto la variedad de alimentos necesarios para tener una dieta balanceada.  Sin embargo, al parecer, sí tienen la capacidad de regular la cantidad de calorías que necesitan para mantener un adecuado crecimiento.

Esa regulación calórica es la que explica por qué los niños algunos días comen más que otros o por qué de pronto se brincan una comida sin mayor problema. Si observamos la calidad de los alimentos en el menú de un niño en varios días consecutivos, veremos que su ingesta calórica neta se mantiene más o menos igual cada día. Por ejemplo, si su desayuno fue calóricamente pobre, probablemente se repondrá en el resto del día. Lo mismo sucede a la inversa, cuando de pronto consumieron una comida muy calórica y  la siguiente apenas si picaron un poquito. De tal manera, aunque los niños no se pueden asegurar a sí mismos una dieta nutricionalmente adecuada, sí pueden determinar qué tanto necesitan comer. 
Los diferentes periodos de crecimiento...
Recordemos que nuestros chiquitines pasan por distintas etapas de crecimiento. Durante los primeros meses su velocidad de crecimiento es acelerada y alrededor de los 6 meses de edad, esta se desacelera y se mantiene más o menos estable durante el resto de la infancia. Si no estamos conscientes de esto, de pronto nos parecerá extraño que nuestro hijo no siga poniendo esos cientos de gramos en cada visita al doctor y podría antojarse pensar que se debe a que no está comiendo lo suficiente. Cuando lo que en realidad sucede es que su alimentación ha ido cambiando y sus necesidades también. Imagínense que siguiéramos comiendo cada 3 horas como recién nacidos... ¿¿cómo estuviésemos??

Lo más importante... NUESTRAS EXPECTATIVAS...
Mi abuelita me decía cada vez que me veía que me encontraba más delgada...y lo siguiente era que me servía un plato lleno de frijoles recién guisados, apto para un señor del doble de mi tamaño.. Ojalá realmente hubiese necesitado esos deliciosos frijoles, jejejeje.  El caso es que al igual que mi abuelita, muchas otras abuelitas y muchos papás en nuestra cultura, sienten que un niño bien nutrido debe estar "llenito", si no es que regordete. 
Como que el concepto del niño rollizo, de cara redonda igual a niño "saludable" no se ha podido erradicar muy bien de nuestra idiosincracia mexicana. Es apenas ahora que estamos viviendo la contraparte, un creciente problema de sobrepeso y obesidad infantil,  que nos empieza a caer el veinte. El punto es que de nuestras expectativas también depende mucho nuestras frustaciones si las primeras no son alcanzadas. Habría que analizar si lo que esperamos que nuestro niño coma es realmente lo que él necesita.

Entonces... ¿EXISTE REALMENTE UN PROBLEMA?
Para poder hablar de que nuestro hijo o hija tiene un problema real en su forma de comer debemos analizar la cantidad y la calidad de lo que come, y además, como se encuentran su crecimiento y desarrollo. Seguido me pasa que los padres de un niño están angustiados por la alimentación de su pequeño; cuando les pido que me narren con detalle un ejemplo del menú habitual del niño, por ejemplo lo que su hijo comió el día anterior, me encuentro con que come adecuadamente en cantidad y calidad; y luego cuando lo grafico en la curva de crecimiento, se ubica en percentilas completamente normales. Y ni qué decir de su desarrollo, suele ser completamente adecuado para su edad.

Y entonces, ¿qué hay de las vitaminas?... siempre termino por decirles a los padres que las mejores fuentes de vitaminas vienen en los mejores envases, no tienen costo extra ni sabor amargo u olor apestoso: es decir están contenidas en las frutas, verduras, cereales, lácteos, carnes. Entre más variado y colorido sea el menú del niño, más nutritiva será su dieta.

De cualquier manera, si usted siente inquietud en cuanto a la alimentación de su hijo, coméntelo con su pediatra. No todos los casos son iguales y una buena orientación y valoración podrán determinar si existe algún problema que requiera intervención. Muchas veces se necesitará paciencia, reinventar nuestra dinámica al alimentar al niño; entender que si nos frustramos y lo agobiamos, la hora de comer se tornará en un tormento chino tanto para los padres como para el niño y ese sí es un ciclo vicioso duro de romper, pero... incluso entonces, ¡también hay solución!
Es mejor salir de dudas y tener la tranquilidad de que vamos por buen camino.... que para nuestros peques, Dios mediante, todavía es largo el recorrido....
Saludos,
Mamá Pediatra.

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